Vida Saludable

Algodón de azúcar… dulce tradición

Algodón de Azúcar
El esponjoso dulce que no se parece a ningún otro producto comestible y fascina a niños y adultos tanto como un helado a los astronautas.

Por: Pilar Serrano Galvis. Nutricionista-Dietista. Directora Técnica Functional Corp. Corporación para la Alimentación Funcional.

Hay una química muy interesante en la composición de este otro dulce hilado; una técnica que va mucho más allá de convertir un granulado, en una especie de “telaraña dulce” y que incluso sirve para sembrar células y cultivarlas en laboratorios de investigación, cuyo principio es simple: hilar un almíbar (Greenwood, 2016). ¿Pero qué tienen que ver los astronautas? Los alimentos que se consumen dentro de una nave espacial deben ser altos en calorías pero muy bajos en agua, es por eso que el helado cumple con las calorías por el azúcar y la grasa, pero también tiene mucha agua; además la microgravedad induce cambios fisiológicos que disminuyen la capacidad de captar el componente olfativo de los alimentos (Rai & Kaur, 2012) por lo cual no se disfruta igual. Por eso un algodón de dulce para muchos es equiparable a volver a comer helado después de varios meses de misión en el espacio (https://www.businessinsider.es/comida-astronauta-prepara-sabe-donde-comprarla-707095).

Este dulce es otro ejemplo de la “plasticidad” del azúcar; partiendo del azúcar granulado que se convierte en miel, sirope o almíbar para luego convertirse en hilos, pero esta vez en forma de red, comparados incluso con los pequeños vasos sanguíneos que llevan oxígeno a los sitios microscópicos del cuerpo humano, conocidos técnicamente como capilares. El azúcar en estado líquido por efecto del calor y sin necesidad de adicionar agua, es expulsado por una fuente giratoria a través de diminutos agujeros hacia el otro lado del recipiente caliente, formando una telaraña que se colecta al interior de una enorme “sartén”.

La historia registra la receta exacta, pero solo hasta 1897, dos estadounidenses solicitaron la patente (Christen & Christen, 2005) de la primera máquina para hacer algodón de azúcar; hoy, científicos de la Universidad de Vanderbilt, están utilizando dicho invento como parte de sus investigaciones para crear tejidos artificiales a partir de geles, que una vez se hacen líquidas, se transforman en una un red que emula una nube de algodón donde se siembran células que se mantienen vivas gracias a dicha estructura hilada y porosa.

El que pone una mota de algodón de azúcar en su boca sabe que desaparece rápidamente al contacto con la saliva, dejando su sabor dulce intenso asociado a una mínima cantidad, es como si en dicha forma sólida aireada y esponjosa se aumentara la capacidad de estimular las glándulas salivares y así la percepción de sabor en una pequeña fracción sólida de alimento (Morquecho-Campos, y otros, 2019).

Analizando esta estructura tan particular asociada a una golosina antiquísima, nos introducimos en un análisis del papel de la saliva en la percepción de los sabores. La expresión “se me hace agua la boca” o el signo de “boca seca” de algunas enfermedades autoinmunes – incluso la “anosmia” pérdida de olor y “ageusia” pérdida de sabor, producidas por el SARS-Cov2 –, nos permiten descubrir la importancia de la función de la saliva en que podamos detectarlos y comenzar el proceso de digestión de algunos nutrientes (Abduljabbar, Alhamdan, Al Deeb, AlAali, & Vohra, 2020), así como del papel del gusto en la determinación de hábitos alimentarios saludables (Risso, Drayna, & Morini, 2020).

Esta suma de sensaciones – textura, sabor, color, olor – asociado a esta particular forma de consumir azúcar que muchos hemos probado alguna vez en la vida, sirven para ilustrar dos procesos claves dentro de una alimentación funcional: uno en la boca y otro en el metabolismo. Muchos pueden haber leído hasta ahora y en algún momento sentir “la boca llena de agua”, un mecanismo preparatorio para el que, incluso puede ser suficiente la imaginación, pero que sirve para que en el flujo de saliva se diluyan todos esos sabores y aromas que caracterizan a cada alimento y puedan llegar hasta las pequeñas estructuras celulares en la base de la lengua encargadas de percibirlos (Neyraud, 2014).

Algodón de Azúcar

La composición de la saliva incluye hormonas que modulan en la percepción de sabor; la correlación de cada una de ellas con un sabor específico, la concentración y el momento del día, pueden cambiar el umbral de sensibilidad. Por ejemplo, encontramos insulina en la saliva y su papel es aumentar la percepción de sabor salado (Baquero & Gilbertson, 2011), no propiamente para detectar azúcar como funciona en otros sitios del cuerpo.

La percepción de sabor juega un papel muy importante en el desarrollo de obesidad porque influye en la selección de alimentos, la cantidad de calorías y por ende en el control del peso corporal. La sensiblidad a los sabores no solo contribuye a la obesidad, sino que también se afecta en caso de obesidad; la lengua es un órgano “blanco” de los daños causados por la obesidad. En cuanto al sabor dulce, el umbral de percepción baja (es decir, aumenta la sensibilidad) cuando hay una disminución del peso en mujeres obesas, se ha demostrado en estudios clínicos (Rohde, Schamarek, & Blüher, 2020).

La bioquímica que funciona en las células de la lengua, por la que percibimos el sabor dulce, es la misma en otros órganos – intestino, páncreas, cerebro – además del hueso y la grasa corporal. En todos funcionan regulando el metabolismo (Neiers, Canivenc-Lavier, & Briand, 2016), es decir, direccionan la forma como nuestro cuerpo usa esas sustancias que dan sabor dulce, ya sea con calorías o sin calorías, es decir, independientemente de si el dulzor proviene de Azúcar Incauca o de Incauca Zero, por ejemplo. Así es que aparece la segunda clave en alimentación funcional: El metabolismo.

El “milagro metabólico” consiste en que los receptores de sabor dulce son el sensor de glucosa que regula la glicemia, no solo mandando la orden al páncreas de producir insulina, sino también dando aviso al intestino (Neiers, Canivenc-Lavier, & Briand, 2016), produciendo las sustancias necesarias para controlar que la cantidad de insulina no exceda lo que se necesita de acuerdo a la cantidad de azúcar que llega a la sangre y logrando así el tan anhelado BALANCE. Pero en realidad no es ningún milagro, la ciencia lo ha podido establecer, entender y aprender a modular con hábitos saludables en horarios, tamaño de porciones y actividad física.

Esa funcionalidad de los receptores de sabor dulce, a la vez genera otras señales para producir la hormona que se encarga de regular la cantidad de alimento que debemos ingerir, por ejemplo; también está demostrado científicamente que las personas con sobrepeso, cuyo balance hormonal se pierde y la sensibilidad al dulce disminuye, pueden consumir porciones mucho más grandes de postres sobrepasando los límites saludables (Rohde, Schamarek, & Blüher, 2020).

Consumir alimentos es una de las necesidades básicas del ser humano y captar los diferentes sabores, es una forma de obtener placer. Hay muchas condiciones desde genéticas hasta ambientales, incluso virales que pueden afectar nuestras habilidades gustativas; pero cuando hay alteraciones en la percepción de sabor como puede ocurrir después del COVID o incluso en los astronautas después de largas misiones en el espacio, puede haber repercusiones en la salud y los hábitos alimentarios de los consumidores. Lo importante como industria alimentaria basada en el sabor dulce, es estudiar a fondo el papel de este sabor primario y sus efectos en el metabolismo, no esperando milagros, sino aprendiendo de la bioquímica del ser humano; somos organismos quimio-heterotróficos, es decir, la química es la base para la selección de todo lo que ingerimos y necesitamos para mantenernos vivos y saludables.

 

NOTA. Los artículos científicos referidos a lo largo de esta campaña son de libre distribución. Para obtener cualquiera de ellos puede solicitarlo escribiendo a comunicaciones@functionalcorp.net

Bibliografía

Greenwood, V. (2016). La magia detrás del algodón de azúcar y cómo la han puesto al servicio de la ciencia. BBC Future.

Christen, A. G., & Christen, J. A. (2005). Willian J. Morrison (1860 – 1926): co-inventor of the cotton cande machine. J Hist Dent, 51-6.

Neiers, F., Canivenc-Lavier, M.-C., & Briand, L. (2016). What Does Diabetes «Taste» Like..? Curr Diab Rep.

Neyraud, E. (2014). Role of saliva in oral food perception . Monogr Oral Sci, 61-70.

Baquero, A. F., & Gilbertson, T. A. (2011). Insulin activates epithelial sodium channel ENaC via phosphoinositide 3-kinase in mammalian taste receptor cells. Am J Physiol Cell Physiol, C860-C871.

Rohde, K., Schamarek, I., & Blüher, M. (2020). Consequences of Obesity on the Sense of Taste: Taste Buds as Treatment Targets..? Diabetes Metab J, 509 – 528.

Rai, B., & Kaur, J. (2012). Mental and Physical Workload, Salivary Stress, Biomarkers and Taste Perception: Mars Desert Research Station Expedition. North American Journal of Medical Sciences, 577 – 81.

Abduljabbar, T., Alhamdan, R. S., Al Deeb, M., AlAali, K. A., & Vohra, F. (2020). Association of Salivary Content Alteration and Early Ageusia Symptoms in COVID-19 Infections: A Systematic Review. Eur J Dent, S152-S158.

Risso, D., Drayna, D., & Morini, G. (2020). Alteration, Reduction and Taste Loss: Main Causes and Potential Implications on Dietary Habits. Nutrients.

Morquecho-Campos, P., Bikker, F. J., Nazmi, K., Graaf, K., Laine, M. L., & Boesveldt, S. (2019). Impact of food odors signaling specific taste qualities and macronutrient content on saliva secretion and composition. Appetite.