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Frene el desperdicio y frenará el hambre. Descubra por qué usted sí puede hacer la diferencia.

[/vc_column_text][us_single_image image=»417″ size=»medium» align=»center» animate=»fade»][vc_column_text]¿Sabes cuál es la cantidad de alimentos que produce el hombre y que nunca llegan a consumirse? Conocer este dato te hará consciente de que todos necesitamos hacer algo al respecto.

Muchas generaciones de niños fueron obligadas a comerse hasta el último grano de arroz en el plato bajo la mirada de un padre o una madre que decían con severidad: “Cómete todo; no te imaginas lo que los niños de África darían por un platillo como el que desprecias”. Quizás sonaba exagerado, pero lo cierto es que detrás de frases como esa había mucha sabiduría. Hoy, sin ir muy lejos, vemos en nuestro propio país que todavía ocurren muertes por desnutrición, como tristemente sigue pasando con los niños de la Guajira.

Aunque semejante realidad debería movernos,  el sentimiento de culpa no debe de ser el motor que nos impulse a evitar el desperdicio de alimentos. Lo que nos debe de llevar a la acción es la consciencia de que vivimos en un planeta de recursos limitados que hace rato empezaron a escasear. Hacer algo al respecto no demanda esfuerzos titánicos de unos pocos; más bien si todos nos comprometemos con cambios muy sencillos en el día a día, podemos generar una transformación que puede impactar positivamente al medio ambiente y equilibrar las cargas entre los que tienen mucho, y desperdician, y los que tienen muy poco y no reciben los mínimos vitales de subsistencia.

¿Qué se entiende por desperdicio? Básicamente, se puede definir como la llegada de comestibles al final de la cadena alimenticia sin haber sido consumidos. Lo asombroso del asunto es que un tercio de los alimentos producidos globalmente no alimentan a nadie, se desperdician. La paradoja no para allí: tan solo la cuarta parte de ese tercio bastaría para satisfacer las necesidades de la población mundial que padece hambre. Con razón en países como Francia es ilegal para los restaurantes botar la comida en buen estado. La ley los obliga a entregar los alimentos no consumidos a bancos de alimentos que los gestionan como es debido.

¿Quieres tener un panorama completo? Dale una mirada a este video para que sepas cuál es el reto que enfrenta el mundo.

Sí, como acabas de ver, los esfuerzos pequeños se suman y ese es el principio de las buenas noticias: como individuos podemos implementar pequeños cambios que harán una gran diferencia en la cantidad de alimentos que desperdiciamos cada día. Estas son algunas acciones que tú puedes emprender para ayudar a marcar la diferencia:

  1. Compra exactamente lo que necesitas: por ejemplo, si una receta dice que necesitas dos zanahorias, no compres una bolsa completa.  Compra solo las dos zanahorias que vas a usar. En general, evita adquirir esas bolsas gigantescas que tienen cantidades exorbitantes de alimentos que son ofrecidos en mal llamadas ofertas.  Piensa si ese ahorro que te prometen, realmente vale la pena.
  2. Haz una lista de mercado y cíñete a ella: no vayas de compras con hambre. Lucha con todo su ser contra esos impulsos que sientes cuando pasas por la sección del mecato. Enfócate en tu misión final y cúmplela sin disculpas.
  3. Sé realista: si nadie más vive contigo, no hace falta que pongas en el carrito la misma cantidad de naranjas que consumiría una familia de tres. Si la cocina no es lo tuyo, no compres productos perecederos que al final irán a la caneca de la basura.
  4. Compra productos que no tienen “forma estándar”: cantidades de frutas y legumbres son desechadas constantemente porque su forma, su tamaño o su color no son “estéticamente aceptables”. Pues bien, la forma y el tamaño en nada afectan la calidad ni el sabor. Deshazte de los estereotipos y no segregues a esos productos que se ven diferentes. Excepto cuando se trate de evidencia de descomposición, trátalos a todos “como si fueran iguales”.
  5. Monitorea lo que botas y haz ajustes en tus hábitos de compra: registra todo lo que se echa a perder en una semana de forma regular. Por ejemplo, si semanalmente tiras a la basura medio paquete de pan,  quizá sea una buena idea, congelar la mitad de ese paquete o, sencillamente, comprar un tamaño más pequeño. De esta forma, no solo ayudas al medio ambiente, sino también a tu presupuesto.
  6. ¡Come sobrados! Si no quieres comer lo mismo al día siguiente, congela las sobras y tenlas listas para otra ocasión. Eso sí, recuerda escribir la fecha de congelación; de esa forma puedes evitar una intoxicación por comerte un platillo un año después.
  7. Úsalo todo: cuando cocines, procura darle uso a todos los insumos con los que estés cocinando. Las cascaras de ciertos alimentos como las papas son geniales en algunas deliciosas recetas. En ellas puedes incluir ese trocito de carne que sobró de otra preparación y que resulta mejor usar de una vez para que no corras el riesgo de tener que botarla en poco tiempo.
  8. Asegúrate de que tu nevera esté funcionando como debe: de esta forma puedes garantizar la calidad y frescura de los alimentos que el frigorífico conserva para ti.
  9. Dona comida: revisa los enlatados y si están próximos a vencerse, dónalos a la iglesia más cercana; si estás en Bogotá, puedes hacerlo en el Banco de Alimentos donde se encargarán del asunto con mucha diligencia.
  10. Usa los sobrados de la cocina como abono: ¿Odias las cascaras de papa? ¿Tienes unas legumbres que ya pasaron a mejor vida? ¿No sabes qué hacer con las cáscaras de huevo? Junta todo eso y haz un excelente abono orgánico que puede ser usado en plantas y huertas caseras.

Comparte este artículo con familiares y conocidos para que todos seamos parte de la solución.  Azúcar Incauca se une a esta causa, porque un mundo mejor sí es posible cuando todos nos comprometemo[/vc_column_text][/vc_column][vc_column width=»1/3″][vc_widget_sidebar sidebar_id=»us_widget_area_lateral-vida-con-conciencia»][/vc_column][/vc_row][vc_row disable_element=»yes»][vc_column][vc_column_text]

¿Sabe cuál es la cantidad de alimentos que produce el hombre y que nunca llegan a consumirse? Conocer este dato lo hará consciente de que todos necesitamos hacer algo al respecto.

Muchas generaciones de niños fueron obligadas a comerse hasta el último grano de arroz en el plato bajo la mirada de un padre o una madre que decían con severidad: “Cómete todo; no te imaginas lo que los niños de África darían por un platillo como este”. Quizás sonaba exagerado, pero lo cierto es que detrás de frases como esa había mucha sabiduría. Hoy, sin ir muy lejos, vemos en nuestro propio país que todavía ocurren muertes por desnutrición, como tristemente sigue pasando con los niños de la Guajira.

Aunque semejante realidad debería movernos,  el sentimiento de culpa no debe de ser el motor que nos impulse a evitar el desperdicio de alimentos. Lo que nos debe de llevar a la acción es la conciencia de que vivimos en un planeta de recursos limitados que hace rato empezaron a escasear. Hacer algo al respecto no demanda esfuerzos titánicos de unos pocos; más bien si todos nos comprometemos con cambios muy sencillos en el día a día, podemos generar una transformación que puede impactar positivamente al medio ambiente y equilibrar las cargas entre los que tienen mucho, y desperdician, y los que tienen muy poco, y no reciben los mínimos vitales de subsistencia.

¿Qué se entiende por desperdicio? Básicamente, se puede definir como la llegada de comestibles al final de la cadena alimenticia, pero sin haber sido consumidos. Lo asombroso del asunto es que un tercio de los alimentos producidos globalmente no alimentan a nadie, se desperdician. La paradoja no para allí: tan solo la cuarta parte de ese tercio bastaría para satisfacer las necesidades de la población mundial que padece hambre. Con razón en países como Francia es ilegal para los restaurantes botar la comida en buen estado. La ley los obliga a entregar los alimentos no consumidos a bancos de alimentos que los gestionan como es debido.

¿Quiere tener un panorama completo? Dele una mirada a este video para que sepa cuál es el reto que enfrenta el mundo.

Sí, como acaba de ver los esfuerzos pequeños se suman y ese es el principio de las buenas noticias: como individuos podemos implementar pequeños cambios que harán una gran diferencia en la cantidad de alimentos que desperdiciamos cada día. Estas son algunas acciones que usted puede emprender para ayudar a marcar la diferencia:

  1. Compre exactamente lo que necesita: por ejemplo, si una receta dice que necesita dos zanahorias, no compre una bolsa completa.  Compre solo las dos zanahorias que necesita. En general evite adquirir esas bolsas gigantescas que tienen cantidades exorbitantes de alimentos que son ofrecidos en mal llamadas ofertas.  Piense si ese ahorro que le prometen, realmente vale la pena.
  2. Haga una lista de mercado y cíñase a ella: no vaya de compras con hambre. Luche con todo su ser contra esos impulsos que siente cuando pasa por la sección del mecato. Enfóquese a su misión final y corónela sin disculpas.
  3. Sea realista: si vive solo, no es necesario echar al carrito la misma cantidad de naranjas que consumiría una familia de tres. Si la cocina no es lo suyo, no compre productos perecederos que al final irán a la caneca de la basura.
  4. Compre productos que no tienen “forma estándar”: cantidades de frutas y legumbres son desechadas constantemente porque su forma, su tamaño o su color no son “estéticamente aceptables”. Pues bien, la forma y el tamaño en nada afectan la calidad ni el sabor. Deshágase de los estereotipos y no segregue a esos productos que se ven diferentes. Excepto cuando se trate de evidencia de descomposición, trátelos a todos “como si fueran iguales”.
  5. Monitoree lo que bota y haga ajustes en sus hábitos de compra: registre todo lo que se echa a perder en una semana de forma regular. Por ejemplo, si semanalmente tira a la basura medio paquete de pan,  quizá sea una buena idea, congelar la mitad de ese paquete o, sencillamente, comprar un tamaño más pequeño. De esta forma, no solo ayuda al medio ambiente, sino también a su presupuesto.
  6. ¡Coma sobrados! Si no quiere comer lo mismo al día siguiente, congele las sobras y téngalas listas para otra ocasión. Eso sí, recuerde escribir la fecha en el que las congeló, de esa forma puede evitar una intoxicación por comerse un platillo un año después.
  7. Úselo todo: cuando cocine, procure darle uso a todos los insumos con los que esté cocinando. Las cascaras de ciertos alimentos como las papas son geniales en algunas deliciosas recetas. En ellas puede incluir ese trocito de carne que sobró de otra preparación y que resulta mejor usar de una vez para que no exista el riesgo de tener que botarla en poco tiempo.
  8. Asegúrese de que la nevera esté funcionando como debe: de esta forma puede garantizar la calidad y frescura de los alimentos que el frigorífico conserva para usted.
  9. Done comida: revise los enlatados y si están próximos a vencerse, dónelos a la iglesia más cercana; si está en Bogotá puede hacerlo en el Banco de Alimentos donde se encargarán del asunto con mucha diligencia.
  10. Use los sobrados de la cocina como abono: ¿Odia las cascaras de papa? ¿Tiene unas legumbres que ya pasaron a mejor vida? ¿No sabe qué hacer con las cáscaras de huevo? Junte todo eso y haga un excelente abono orgánico que puede ser usado en plantas y huertas caseras.

Comparta este artículo con familiares y conocidos para que todos seamos parte de la solución.  Azúcar Incauca se une a esta causa, porque un mundo mejor sí es posible cuando todos nos comprometemos.

Fuentes:

  • http://www.fao.org/food-loss-and-food-waste/es/
  • https://elpais.com/elpais/2018/05/18/planeta_futuro/1526634278_986762.html
  • https://www.lavanguardia.com/natural/20170802/43270260867/humanidad-agota-recursos-un-ano-tierra.html

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